miércoles, 8 de septiembre de 2010

El dolor es el megáfono con el que le habla Dios a los que no se oyen


«El dolor es el megáfono con el que habla Dios a los Sordos». Esta frase la oí en una película y la utilizo ahora porque define bastante bien lo que quiero expresar en este trabajo.
El dolor es un aviso o señal de alarma que produce cualquier órgano del cuerpo, que por medio del sistema nervioso envía dicha señal al cerebro para que este reaccione y ponga los medios necesarios a fin de corregir la irregularidad producida, lo que nos demuestra claramente la perfección de esta maravillosa máquina que es el cuerpo humano.


No voy a tratar el tema como lo hace la ciencia médica pues no saldría de mi pluma mas que ignorancia por mi desconocimiento; lo quiero desarrollar como el resultado de una causa que se produce por un efecto, y que a su vez es producido por otra causa que viene de otro efecto y que llega a un límite en el que el mundo profano se queda delante de una puerta cerrada a la que no le puede dar explicación, pero, que desde el punto de vista esotérico esa puerta la podemos abrir y ver a donde conduce.
El dolor puede estar producido por accidente, deficiencia física o enfermedad: en el caso de accidente corresponde a un comportamiento inadecuado del portador del cuerpo que por inconsciencia, desconocimiento o temeridad ha llevado su máquina por un camino erróneo que le ha producido dicho percance. Esto es fácil de entender a simple vista, ahora, si entramos en más profundidades el esoterismo nos podría dar muchas razones y explicaciones para entenderlo, pero no lo vamos a tratar en este trabajo.


La deficiencia física puede haber sido producida por enfermedad, accidente o defecto de nacimiento. En el caso de un defecto de nacimiento hemos de verlo como consecuencia de un algo anterior al nacimiento ya que el estudio de la genética tampoco nos puede dar explicaciones en todos los casos, y aunque nos las diese, los que estudiamos esoterismo sabemos que somos nosotros los que elegimos en el plano espiritual y con libre albedrío las pruebas que deberemos pasar para aprender de ellas durante nuestra vida; con lo cual es lógico suponer que puestos a elegir en un plano sin egoísmos, con la visión del conjunto cósmico y con la esperanza de cumplir lo mejor posible con la misión que libremente hemos elegido es que nuestro cuerpo sea el ideal para la mejor consecución de nuestra meta. Por lo tanto, sigue siendo responsabilidad nuestra el estado de esa máquina particular de expresión.


El caso de la enfermedad es el que quizás se vive más diariamente, es a la que menos caso le hacemos y la que más miedo nos da, ya que creemos que el accidente lo podemos controlar mas o menos con la prudencia y evitar así riesgos; la deficiencia física si no la tenemos o la hemos aceptado no nos preocupa de igual manera, sin embargo, cuando la enfermedad empieza ha ser dolorosa es cuando nos entra realmente el miedo y queremos ponerle solución porque en nuestra ignorancia tenemos miedo a sufrir y a morir.
La enfermedad es una deficiencia o deterioro de una parte de nuestro organismo, cuando se produce por el mal uso de nuestro cuerpo es bastante fácil de aceptar por las consecuencias visibles de nuestros actos, pero cuando desconocemos los motivos de dicha enfermedad es cuando no llegamos a entender que nos esté pasando a nosotros.


Un cuerpo sano es aquel en el que todos sus componentes están en equilibrio, contiene las proporciones justas de líquidos, sales, minerales etc., que necesita cada parte de nuestro organismo para su correcto funcionamiento. Cuando el equilibrio se pierde se descompensa el organismo y la parte que más acusa la deficiencia en exceso o defecto de dichas proporciones es la que muestra la enfermedad. De todos es sabido que no solo afecta a ese desequilibrio las deficiencias físicas, sino también los estados psíquicos y las alteraciones nerviosas, bien sea por falta de conocimiento de los procesos de la naturaleza en nuestro organismo, o por negarnos a reconocer defectos propios de nuestra personalidad, ya que todo lo que nos produce ansiedad, intranquilidad, miedo, etc. está desajustando el equilibrio mental reflejándolo como consecuencia en el corporal. Una mente relajada y armonizada traduce al cuerpo una tranquilidad para el correcto funcionamiento de los órganos. La envidia, la avaricia, la intolerancia, el egoísmo, el deseo etc., producen alteraciones que obligan al organismo a repartir los recursos de que dispone y prestarle mas medios a las partes afectadas en detrimento de otras, ya que los órganos que son más débiles (bien sea por nacimiento o deterioro continuo) al bajar sus necesidades de los mínimos necesarios para equilibrar por si mismos sus propios recursos muestran la enfermedad como resultado de esa deficiencia o exceso de las justas proporciones.


Todo lo que se produce en nuestra mente y manifestamos en este plano es el resultado de lo que somos.
Nuestras reacciones en la vida cotidiana son un reflejo de nuestra personalidad y del equilibrio o no de la misma, el control de ese equilibrio no solo depende del conocimiento consciente o inconsciente almacenado en nuestra personalidad mundana, sino también del conocimiento almacenado en nuestra alma en las anteriores encarnaciones.


La creación toda se rige por la ley del Amor, unión armoniosa de todos y cada uno de los seres que la componen. De esa perfecta armonía surge la ley en la que cada ser tiene su lugar preciso en el vasto conjunto Cósmico y todos sin excepción deben colaborar para que el equilibrio no se rompa.
La expresión más pura de ese Amor, de esa armonía, la manifiesta el espíritu que es parte de la Esencia Divina, Ella es la que da vida a todo lo existente y la que todo lo controla. Ella es la fuerza del espíritu en el hombre, el seguimiento de su ley de Amor nos da la conducta para la perfecta manifestación, para la perfecta armonía, Ella le dio al hombre como privilegio su libre albedrío que es el poder de la decisión. Si la decisión que toma es correcta la armonía del espíritu se plasma en el hombre, si la decisión es incorrecta no hay culpa solo hay desconocimiento de la realidad.


Tomamos decisiones continuamente, tanto conscientes como inconscientes, los hábitos son una muestra de ellos; imaginemos por un momento la cantidad de decisiones que tomamos en un minuto, en una hora, en un día etc. y nos daremos cuenta de las veces que podemos estar desequilibrando nuestra mente y como resultado de la misma nuestro cuerpo. Constantemente nuestro organismo está corrigiendo los errores que cometemos hasta que sobrepasamos los límites máximos o mínimos que dicho organismo puede soportar, es entonces cuando se produce en nosotros «nuestra enfermedad».


El dolor es el aviso del desequilibrio de nuestro organismo, es el aviso de que nos hemos salido de los límites tolerados por la armonía Cósmica, es el grito de Dios para que rectifiquemos y no entorpezcamos la armonía de la creación.
El accidente es un choque de nuestra parte externa con la corriente de vida externa, la enfermedad es un choque de nuestra parte interna con la corriente de vida interna. Tanto en un caso como en el otro se produce por propia decisión y por nadar contra corriente, con lo que rompemos la armonía de la creación
El desconocimiento de la ley, aunque nos puede disculpar en algunos momentos, no nos exime de sus consecuencias.
La armonía de la creación ha de continuar seamos conscientes o no, queramos o no.


Si un organismo equilibrado muestra la salud, si una mente equilibrada muestra la paz, ¿Qué mostrará la armonía y el equilibrio del cuerpo, alma y espíritu?.
Con mis deseos de que el equilibrio se manifieste en nosotros, les deseo que la paz sea con ustedes.

Antonio Terrer Hernández C... R... C...

Caballero Rosacruz.









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